La POLICÍA BRITÁNICA confiesa haber OCULTADO miles de VIOLACIONES a niñas cometidas por inmigrantes ilegales MUSULMANES

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La Policía británica confiesa haber ocultado miles de violaciones a niñas cometidas por inmigrantes ilegales musulmanes

La Policía del Reino Unido encubre violaciones de paquistaníes a menores por temor a ser llamada racista
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Bárbara Saavedra
  • enero 3, 2025
Un alto cargo de la policía del Reino Unido ha admitido que el Estado ocultó durante años los abusos sexuales de 1.400 niñas por parte de bandas de violadores integradas por inmigrantes ilegales en su mayoría de origen paquistaní por «miedo» a un aumento de las «tensiones raciales».

Tras una investigación que se ha desarrollado durante cinco años, la Oficina Independiente de Conducta Policial (IOPC) ha corroborado una denuncia según la cual un inspector jefe de Rotherham le dijo al padre de una niña desaparecida que la ciudad «estallaría» si se supiera que los inmigrantes ilegales abusaban de niñas blancas menores de edad.
El oficial reconoció que había «estado sucediendo» durante 30 años, pero «al tratarse de asiáticos, no podemos permitirnos que esto salga a la luz». El padre de la niña contó a The Times que el agente había hablado de su hija «como si fuera una adulta que lo hacía por voluntad propia» y que se había enfrentado a él para decirle que «ella era una niña y que esto era abuso infantil».

La Oficina Independiente de Conducta Policial (IOPC) confirmó seis denuncias de este tipo. El organismo de control dijo que estaba «muy claro que usted fue explotada sexualmente por hombres asiáticos» y confirmó una denuncia de que la policía «no tomó medidas suficientes para evitar que sufriera daños».
La respuesta de la policía
Hasta ahora, las fuerzas policiales del norte y de las Midlands han negado sistemáticamente que las preocupaciones por herir la sensibilidad de la comunidad o las acusaciones de racismo fueran un factor en su fracaso anterior a la hora de combatir a las bandas de secuestro de menores.
Algo insólito fue lo de la policía de South Yorkshire, que aceptó las conclusiones del organismo de control y añadió que los presuntos comentarios del inspector jefe anónimo «no eran algo que toleremos en la fuerza actual».
La denunciante y su familia declararon que estaban satisfechos con las conclusiones del organismo de control, pero no creían que ningún oficial fuera obligado a rendir cuentas.
Hace unos meses, un informe condenatorio de la investigación de 2004 de la Policía de Greater Manchester sobre las bandas de secuestradores asiáticos que se aprovechaban de niñas vulnerables en Manchester reveló que los oficiales superiores sospechaban que las bandas estaban abusando de niñas «a plena vista», pero no hicieron nada para evitarlo.
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Samantha Smith, joven abusada en el Reino Unido. The Telegraph
enero 3, 2025
Una joven periodista, que fue sexualmente explotada durante casi una década en el Reino Unido, ha compartido su testimonio, arrojando luz sobre fallos graves en el sistema judicial y el impacto de la inacción de las autoridades. Sus palabras han vuelto a centrar la atención en un problema que, según ella, persiste en ciudades y pueblos de todo el país.
La periodista relató que fue manipulada y violada entre los cinco y los catorce años. Tras los abusos, se enfrentó a un sistema judicial que la describió como insensible: «Prácticamente me destrozó y me dejó de lado, como les sucede a muchas niñas». Según ella, «la gente encuentra más fácil ignorar a las víctimas que perseguir a los culpables».

Uno de los factores que permitió que los crímenes continuaran durante años, aseguró, fue el miedo de las autoridades a las implicaciones raciales. «La policía y las autoridades locales temían ser acusadas de racismo, de ser de derechas o de intolerantes», señaló. Este temor, según ella, resultó en la falta de acción ante las denuncias.
La explotación sexual infantil, advirtió, sigue siendo un problema actual. A pesar de que muchas figuras de autoridad afirman que estos casos son cosa del pasado, la periodista destacó que «hace tan sólo cuatro años, en Inglaterra y Gales, hubo más de 700 denuncias de presunta explotación sexual infantil». Añadió que frases como «se cometieron errores y se aprendieron lecciones» no reflejan la realidad actual.
Además de exponer los fallos institucionales, su relato es también una muestra de resiliencia. «Al negarme a permitir que lo que me hicieron me destruya, puedo desafiar todas las expectativas que tenían sobre mí», afirmó. «Hicieron todo lo posible para romperme, pero aun así, aquí estoy, en pie».
El testimonio de esta superviviente pone en evidencia no sólo la necesidad de abordar con firmeza los casos de abuso, sino también de garantizar que el miedo a ser criticado no impida que se proteja a los más vulnerables. Su mensaje es un llamado urgente a revisar los sistemas de protección infantil en el Reino Unido y a enfrentarse a estos crímenes con la contundencia que merecen.

https://gaceta.es/europa/la-policia...nmigrantes-ilegales-musulmanes-20250103-0130/
 

La tombería inglesa solo cumple órdenes. Quizás por presión de su entonces primer ministro progre, cosas que en época de Margaret quizás no hubiesen ocurrido.
Son interesantes los artículos que publican en La Gaceta y su clara ala ideológica que manifiestan.

El antirracismo también mata​


Hace ya unos cuantos años, el filósofo francés de origen judío Alain Finkielkraut explicó que el antirracismo se había convertido en la ideología de las clases privilegiadas en Occidente y, en consecuencia, en una nueva forma de oprimir a las clases desposeídas. A Finkielkraut le cayó la del pulpo por aquello. De hecho, empezó a convertirse en alguien infrecuentable para la «biempensancia» progresista, y en ese estatuto sigue hoy. Mientras Finkielkraut escribía aquello, y sin él saberlo, las clases privilegiadas del Reino Unido de la Gran Bretaña estaban dando un perfecto ejemplo de ese antirracismo de casta con el horrendo asunto de la red de violadores de Rotherham, que ha llevado a la clase política de ese país a un nivel de ignominia absolutamente inimaginable. Todos pringados. Todos podridos. Todos culpables.

Como ya todo el mundo sabe o debería saber, las elites políticas, mediáticas, judiciales y policiales de Gran Bretaña ocultaron durante años y años los crímenes de una red de ciudadanos extranjeros, mayoritariamente pakistaníes, que había montado una trama de explotación sexual de menores, en especial niñas, y cuyas víctimas suman decenas de miles. No ocultaron todo eso por tolerancia hacia el delito, sino, específicamente, porque los criminales eran pakistaníes y ante todo se trataba de prevenir el racismo. El caso ha vuelto a saltar ahora porque se ha hecho eco de él Elon Musk, a raíz del encarcelamiento del activista Tommy Robinson, que fue el único que, en su día, se atrevió a hacer un documental sobre este horror. En España, sólo Gaceta informó sobre el asunto y sólo El Toro TV (en la época, aún Intereconomía) lo contó. Todos los demás, callados. Y por lo mismo: para no parecer «racistas». Todos pringados. Todos podridos. Todos culpables.

El escándalo ha cobrado unas dimensiones salvajes a medida que nos hemos ido enterando de nuevos detalles. Por ejemplo, el caso de esa niña drogada, violada, asesinada y cuyo cuerpo fue convertido en carne de kebab. Lo peor, lo infinitamente grave, lo imperdonable, es que las elites sabían lo que estaba pasando. Lo sabía la policía, que recibió instrucciones de hacer la vista gorda para no fomentar el racismo. Lo sabía la Justicia, que se abstuvo de intervenir por la misma razón, y cuya inactividad cómplice sacude de lleno al actual primer ministro, Keir Starmer, que en la época era fiscal general. Lo sabía el Gobierno, cuyo jefe entonces, el también laborista Gordon Brown (el mejor aliado, por cierto, de Zapatero), dictó expresamente instrucciones para que la policía estuviera quieta… no fuera a «fomentar el racismo». En un alarde de desvergüenza que en otros tiempos habría merecido la horca, Brown explicó a la policía que esas chicas, al fin y al cabo, habían «elegido ese estilo de vida». Cuanta más información aparece, mayor es el número de políticos, jueces y policías implicados. Y medios, por supuesto: también los medios, hasta el punto de que la BBC dedicó en su momento un reportaje a descalificar todas esas informaciones como «bulos». Todos pringados. Todos podridos. Todos culpables.

Es difícil imaginar un ejemplo más extremo de un poder que actúa contra su propio pueblo. Y es sumamente importante el argumento utilizado, ese del «antirracismo», porque demuestra hasta qué punto el moralismo del poder, en la Europa actual, no es otra cosa que un abominable ejercicio de hipocresía, una retorcida manera de instilar sentimiento de culpa en el pueblo para neutralizarlo. ¿Cuántos años llevan obligándonos a aceptar oleadas de población extranjera y rompiendo la cohesión de nuestras sociedades con el argumento de que oponerse sería «racista»? ¿Veinte? ¿Treinta? El racismo mata, venían a decirnos. Bien, es verdad. Pero ahora sabemos que el «antirracismo» institucional también mata (y secuestra y viola) y que ellos, políticos, jueces, policías, periodistas, etc., se han confabulado para ocultar el crimen.

Todos pringados. Todos podridos. Todos culpables.

 
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