TylerAA
Miembro de oro
Esto, combinado con el aburrimiento político de la población, es el escenario perfecto para empezar a cambiar la narrativa a su favor y meterse al bolsillo al «pueblo». Sí, ese pueblo que ellos deciden quién integra —evidentemente, este servidor no es del pueblo para ellos— y que nadie puede definir de forma clara y precisa.
Hace dos o tres semanas, el presidente ilegítimo, Pedro Castillo, anunció «sorpresas» en los costos del gas y la canasta básica. La única sorpresa fue que los precios subieron aún más y el gas proyecta llegar a los setenta soles a fin de año. En este contexto fue que el sometido ministro de economía, Pedro Francke, expuso el presupuesto del Estado para el 2022. Aquí se anunció una reforma tributaria —léase una subida de impuestos a ciertos sectores— que terminará afectando de manera directa al consumidor final. Asimismo, se anunció que se aplicará un impuesto a los servicios digitales como Netflix, Uber, Beat, Spotify y demás. Otra vez, impuestos que se llevará el Estado directo de los bolsillos de los usuarios.
Como si no fuera poco el desatino de dichas medidas, la agencia de calificación de riesgo Moody’s anunció que rebajaría la calificación del Perú de A3 a Baa1, medida tomada por las propuestas económicas del gobierno de turno y el riesgo de una asamblea constituyente, según Jaime Reusche, vicepresidente senior de Moody’s Investors Service. Esto impacta directamente en el bolsillo de los ciudadanos, porque, cuando el Estado se endeude —ya les digo yo que se va a endeudar—, va a tener que hacerlo a una tasa más alta debido al riesgo. Para pagar esa tasa más alta, el Gobierno te va a sacar la plata a ti a través de impuestos.
Lo curioso, en función a estos sucesos, es que lo mismo pasó en Colombia hace ya algunos meses. Las violentas revueltas, como respuesta a la subida de impuestos promulgada por el presidente cafetero, Iván Duque, —se necesita ser bien torpe para subir impuestos en plena pandemia— fueron organizadas por la izquierda colombiana y aplaudidas por las focas rabiosas de nuestra izquierda, progres y caviares. Lo más anecdótico de todo es que el presidente Duque tomó la decisión de subir los impuestos debido a una recomendación de Moody’s para mejorar la calificación de riesgo de Colombia, porque su gasto fiscal era insostenible en comparación con su baja recaudación. Para quien aún no ha advertido el paralelo, en el Perú está pasando lo mismo. El despilfarro, bonos, subvenciones y demás propuestas clientelistas y populistas de este gobierno los obligan a aumentar los impuestos —el primer paso para la crisis económica; los siguientes son la deuda y la impresión monetaria—, pero ahora nuestra izquierda, progresía y caviaraje se quedan calladitos y disfrutando del agua tibia, como lo hace la rana antes de ser hervida.
Para coronar la semana, el ministro de Energía y Minas, Iván Merino, anunció la inclusión del GLP en el Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles. Esta medida, dicha en buen cristiano, significa subsidiar el costo de este combustible para bajar el precio. Sí, el precio del GLP va a bajar, pero para financiar el subsidio te tienen que sacar la plata a ti de tu bolsillo. Lo que ahorres en el costo, lo perderás en el impuesto; simple. Para edulcorar la medida, indicó también que las mineras pagarán sus deudas —pagan por el beneficio en el tipo de cambio y esperando que el juez les de la razón y les devuelvan la plata después—, como si este ingreso fuera sostenido en el tiempo. Un floro barato más de este gobierno de incapaces, impresentables e ilegítimos que todos tenemos que sufrir por «memoria y dignidad».
Hace dos o tres semanas, el presidente ilegítimo, Pedro Castillo, anunció «sorpresas» en los costos del gas y la canasta básica. La única sorpresa fue que los precios subieron aún más y el gas proyecta llegar a los setenta soles a fin de año. En este contexto fue que el sometido ministro de economía, Pedro Francke, expuso el presupuesto del Estado para el 2022. Aquí se anunció una reforma tributaria —léase una subida de impuestos a ciertos sectores— que terminará afectando de manera directa al consumidor final. Asimismo, se anunció que se aplicará un impuesto a los servicios digitales como Netflix, Uber, Beat, Spotify y demás. Otra vez, impuestos que se llevará el Estado directo de los bolsillos de los usuarios.
Como si no fuera poco el desatino de dichas medidas, la agencia de calificación de riesgo Moody’s anunció que rebajaría la calificación del Perú de A3 a Baa1, medida tomada por las propuestas económicas del gobierno de turno y el riesgo de una asamblea constituyente, según Jaime Reusche, vicepresidente senior de Moody’s Investors Service. Esto impacta directamente en el bolsillo de los ciudadanos, porque, cuando el Estado se endeude —ya les digo yo que se va a endeudar—, va a tener que hacerlo a una tasa más alta debido al riesgo. Para pagar esa tasa más alta, el Gobierno te va a sacar la plata a ti a través de impuestos.
Lo curioso, en función a estos sucesos, es que lo mismo pasó en Colombia hace ya algunos meses. Las violentas revueltas, como respuesta a la subida de impuestos promulgada por el presidente cafetero, Iván Duque, —se necesita ser bien torpe para subir impuestos en plena pandemia— fueron organizadas por la izquierda colombiana y aplaudidas por las focas rabiosas de nuestra izquierda, progres y caviares. Lo más anecdótico de todo es que el presidente Duque tomó la decisión de subir los impuestos debido a una recomendación de Moody’s para mejorar la calificación de riesgo de Colombia, porque su gasto fiscal era insostenible en comparación con su baja recaudación. Para quien aún no ha advertido el paralelo, en el Perú está pasando lo mismo. El despilfarro, bonos, subvenciones y demás propuestas clientelistas y populistas de este gobierno los obligan a aumentar los impuestos —el primer paso para la crisis económica; los siguientes son la deuda y la impresión monetaria—, pero ahora nuestra izquierda, progresía y caviaraje se quedan calladitos y disfrutando del agua tibia, como lo hace la rana antes de ser hervida.
Para coronar la semana, el ministro de Energía y Minas, Iván Merino, anunció la inclusión del GLP en el Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles. Esta medida, dicha en buen cristiano, significa subsidiar el costo de este combustible para bajar el precio. Sí, el precio del GLP va a bajar, pero para financiar el subsidio te tienen que sacar la plata a ti de tu bolsillo. Lo que ahorres en el costo, lo perderás en el impuesto; simple. Para edulcorar la medida, indicó también que las mineras pagarán sus deudas —pagan por el beneficio en el tipo de cambio y esperando que el juez les de la razón y les devuelvan la plata después—, como si este ingreso fuera sostenido en el tiempo. Un floro barato más de este gobierno de incapaces, impresentables e ilegítimos que todos tenemos que sufrir por «memoria y dignidad».
Rojos impuestos. La historia de siempre.
«El despilfarro, bonos, subvenciones y demás propuestas clientelistas y populistas de este gobierno los obligan a aumentar los impuestos —el primer paso para la crisis económica; los siguientes son la deuda y la impresión monetaria—, pero ahora nuestra izquierda, progresía y caviaraje se quedan...
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