Más guapa y segura que nunca, la tres veces reina acaba de llegar a las seis décadas. En esta entrevista, la inolvidable ‘bombón’ hace un recuento de lo vivido y cuenta los secretos que la mantienen vital y saludable. También comparte fotos inéditas.
Olga Zumarán cumplió 60 años el 22 de mayo.
La primera vez que vio desfilar en la televisión a un grupo de mujeres hermosas, tenía apenas ocho años. Deslumbrada por la brillante corona, la sedosa capa y el ‘glamour’ del escenario que acogía a las reinas de belleza, esta tímida niña de cabellos cortos y anteojos se imaginaba en la piel de la Miss Perú de turno. Nadie hubiera sospechado por entonces que en menos de una década, en 1978, Olga Zumarán se convertiría en la ganadora del disputado certamen.
De padre arequipeño y madre oriunda de Yurimaguas, la tres veces coronada reina -Miss Perú Universo, Miss Perú Mundo y Señora Perú- estuvo a punto de nacer en Iquitos. En esa época Don José Zumarán, militar de carrera, fue destacado a Lima cuando faltaba menos de un mes para el nacimiento de su segunda hija. Ya instalados en la capital, los primeros años de la recordada ‘Bombón’ transcurrieron apaciblemente hasta que un encuentro en las calles de Miraflores le brindaría la oportunidad de su vida. En este repaso por sus sesenta años recién cumplidos, Olga Zumarán nos transporta a algunos de sus momentos inolvidables: su triunfo a finales de los años setenta y a inicios de los ochenta en concursos de belleza, la oportunidad perdida en México, el ansiado nacimiento de su única hija y el regreso a la pantalla chica por la puerta grande.
Primeros pasos en un campamento militar de la Selva.
¿En qué barrio creció?
En Barranco, en la calle Libertad, ceca de 28 de julio. Estudié en un colegio que se llama San José de Cluny, era un colegio religioso al que se iba con capa, guantes y boinas, todavía existe pero ya no es así, era de monjas francesas.
Durante su niñez y adolescencia usted era una chica tímida, ¿cómo recuerda esa etapa?
Además de tímida era bien aplicadita en el colegio, con anteojitos. Era de esas niñas que no querían ni hacer educación física porque me ensuciaba el uniforme o me podía caer y ensuciar. A la capilla iba con guantes blancos, con velo.
La influencia religiosa de su educación y la militar de su padre era notoria.
Algo de eso, pero era mi personalidad. Porque mi hermana que es año y ocho meses mayor que yo era una bala. Además, yo también tenía amigas que eran bien movidas. Pero sí, influía la educación de casa. Yo era bien pegada a la disciplina y reglas. Recuerdo que salíamos a jugar a una hora determinada a la calle. Teníamos como un pasaje grande, una quinta con una puerta grande y ahí sacábamos todo, las muñecas, las barbies, todo para jugar.
Con su madre Socorro y su hermano Jaime, antes de cumplir dos años.
¿Cuántos hermanos son ustedes?
Somos cuatro. Dos mujeres y dos hermanos mayores del primer compromiso de mi mamá. Pero nos hemos criado con ellos cuando éramos pequeñas.
¿Cuál era su sueño de niña?
Te vas a morir. Mira, cuando todavía estaba en primaria, desde tercero y cuarto, mi sueño ya era ser Miss Perú. Me acuerdo de que yo veía todos los concursos de belleza en blanco y negro. Vi a Madeleine Hartog, a Carmen Amelia Ampuero que salió en el 72, años antes que yo, a Rocío Lescano en el 70. Miraba la televisión y decía ¡qué lindo! Me imaginaba ya como la reina del Perú con la corona, la capa. Ya de más grandecita también lo soñaba, pero me quedaba callada.
Primera comunión en el colegio San José de Cluny, en Barranco.
Usted fue Miss Perú antes de los 18…
Sí, es que en esa época no era como ahora que ya está permitido. Te voy a contar, yo participé a los 17 siendo candidata y ya en el concurso cumplo 18. Los organizadores se apuraron en sacar mi libreta electoral, la de tres cuerpos. Eso demoraba, había que canjear la libreta militar, los de la organización se movieron.
¿Qué la anima finalmente a participar? ¿O alguien la convence?
Yo quería participar, pero no tenía ningún contacto con prensa, con modelos o algo parecido. Sucedió que en 1977 mi padre se fue becado a Brasil, a Río de Janeiro, nos llevó a mi mamá, a mi hermana y a mí. Cuando regresé lo hice con otra apariencia, más producida, otro tipo de ropa, a pesar de que era todavía chibolita. Un día estaba caminado por la calle Larco con una amiga, una tía y mi hermana cuando de la nada paró un carro. Así te captaban. En ese carro estaba Irma Vargas Fuller que era la que elegía a las candidatas, Emilia Ford Larco, entre otras.
Un sueño presagio su primer triunfo en los concursos de belleza.
Buscaban chicas de la alta sociedad…
Claro, pero yo era de una familia clase media, normal. Pero cuando me vieron se sorprendieron, me confundieron con una pituca y se chasquearon. Yo estaba con unos lentes, un sombrerito, uf, no sabes cómo andaba. Traía desde la punta del pelo hasta los pies ropa y accesorios de Brasil. En ese tiempo no había exportación, no había nada. “¿Esta quien es?”, habrán dicho. Yo la verdad, me asusté. “Somos de la organización de Miss Perú”, me dijeron. Yo no lo podía creer. “¿Eres peruana?”, preguntaban. También estaba la mamá de la Miss Perú Magnolia Martínez, Blanca Páez, que me conocía, porque era amiga de mi mamá. “¿Tú eres hija de Socorro? Hay no te puedo creer. ¿Ustedes viven en Barranco, no? Dame tu teléfono, la dirección. Dile a tu madre que soy tu tía Blanquita, yo te conozco desde chiquita”, eso me dijo.
¿Qué opinaron sus padres de todo esto?
Cuando llegué a mi casa le conté a mi mamá de su amiga Blanquita. Les dije que querían que concurse en Miss Perú. Mi papá estaba molesto. No quiso ni recibirlos cuando al día siguiente se presentó todo un comité. Mi mamá casi le suplicó “Pepito tienes que recibirlos, viene Blanquita Páez que es mi amiga de la juventud. La conozco años y no la veo tiempo. Por lo menos escúchalos”. Fueron como cinco personas. Mi papá decía no y yo le rogaba que me deje concursar. “Acá estamos conversando gente mayor”, me dijo, y me mandó a mi cuarto.
1978: al día siguiente de su elección como reina, en el jardín de su casa, con la prensa.
Seguro usted ya daba por perdida esa oportunidad.
Casi, pero me llamaron a los pocos minutos. “Pero yo no tengo plata para invertir. Hay que comprarle ropa”, escuchaba decir a mi papá. “Usted no se preocupe por nada, nosotras vamos a darle todo” respondieron las señoras. Ellas se dieron cuenta que no teníamos muchos recursos para eso. En esa época no había canjes, estaban los militares en el poder.
¿Esa aclaración fue la que hizo que su padre aceptara, entonces?
Y mis ruegos. “Papá, si no gano me queda de recuerdo para decirles a mis hijos que concursé en Miss Perú. No me voy a deprimir”, le repetía. Es que mi papá siempre nos decía que la única herencia que nos iba a dejar era una profesión. Eso era lo que él quería.
Cuando la captaron para Miss Perú ¿ya estudiaba psicología?
Iba a postular a la universidad, llevaba un ciclo en la Unifé. También ingresé a la Universidad de Lima a Contabilidad, pero entre los números y las letras preferí psicología porque pensaba que era una carrera más bonita y que podía trabajar en colegios, empresas, clínicas, consultorios particulares. Todo eso se me ocurrió mientras averiguaba a dónde postular, todo claro piloteado por mi papá.
En el Pueblo Hotel, durante el Miss Perú Universo.
Cuénteme sobre el concurso. ¿Pensaba que podría ganar o fue una sorpresa?
Yo fui la última en inscribirme. Había dos candidatas fuertes, muy lindas, regias. Cuando yo vi quiénes iban quedando, después de mirar a mis costados, me dije que podría quedar en segundo o tercer lugar. Es que como yo no era pituca ni tenía dinero pensaba que de repente no ganaba, por las influencias. Una era del Roosevelt, la otra del Von Humboldt. Todas las candidatas llegaban en chofer al concurso. Pero les ganaba por casi una cabeza, excepto a las dos finalistas que me llegaban a los ojos más o menos. Las dos eran rubias, de ojos verdes, muy llamativas. Siempre iban bien al brillante, al oro. A mí me prestaban todo, hasta mi gancho de pelo era prestado. Irma Vargas Fuller tenía un grupito de amigas que hasta ahora me quieren, como Doris Álvarez. Ella me prestaba sus brillantes. Otra me regalaba los vestidos. Ellas creían en mí y me decían “tienes que ganar”. Les contaba que tenía un cóctel y zas, “toma, ponte esto”. También me regalaban argollas y pulseritas de oro.
Sé que antes de ganar el Mis Perú Universo tuvo un sueño premonitorio.
Sí, volando. Me has hecho acordar. Fue cuando ya estaba de candidata. Me asusté y le conté a mi mamá, siempre le contaba mis sueños. “¿Cómo volabas?”, me preguntó. “Alto y miraba todo a mi alrededor” respondí. “Eso es triunfo” me dijo. “¿Tú crees que gane?”. “Sobrado”, me dijo. Yo también pensaba que podía ganar pero creía que la presión social me podía arrimar a un tercer lugar.
Olga Zumarán cumplió 60 años el 22 de mayo.
La primera vez que vio desfilar en la televisión a un grupo de mujeres hermosas, tenía apenas ocho años. Deslumbrada por la brillante corona, la sedosa capa y el ‘glamour’ del escenario que acogía a las reinas de belleza, esta tímida niña de cabellos cortos y anteojos se imaginaba en la piel de la Miss Perú de turno. Nadie hubiera sospechado por entonces que en menos de una década, en 1978, Olga Zumarán se convertiría en la ganadora del disputado certamen.
De padre arequipeño y madre oriunda de Yurimaguas, la tres veces coronada reina -Miss Perú Universo, Miss Perú Mundo y Señora Perú- estuvo a punto de nacer en Iquitos. En esa época Don José Zumarán, militar de carrera, fue destacado a Lima cuando faltaba menos de un mes para el nacimiento de su segunda hija. Ya instalados en la capital, los primeros años de la recordada ‘Bombón’ transcurrieron apaciblemente hasta que un encuentro en las calles de Miraflores le brindaría la oportunidad de su vida. En este repaso por sus sesenta años recién cumplidos, Olga Zumarán nos transporta a algunos de sus momentos inolvidables: su triunfo a finales de los años setenta y a inicios de los ochenta en concursos de belleza, la oportunidad perdida en México, el ansiado nacimiento de su única hija y el regreso a la pantalla chica por la puerta grande.
Primeros pasos en un campamento militar de la Selva.
¿En qué barrio creció?
En Barranco, en la calle Libertad, ceca de 28 de julio. Estudié en un colegio que se llama San José de Cluny, era un colegio religioso al que se iba con capa, guantes y boinas, todavía existe pero ya no es así, era de monjas francesas.
Durante su niñez y adolescencia usted era una chica tímida, ¿cómo recuerda esa etapa?
Además de tímida era bien aplicadita en el colegio, con anteojitos. Era de esas niñas que no querían ni hacer educación física porque me ensuciaba el uniforme o me podía caer y ensuciar. A la capilla iba con guantes blancos, con velo.
La influencia religiosa de su educación y la militar de su padre era notoria.
Algo de eso, pero era mi personalidad. Porque mi hermana que es año y ocho meses mayor que yo era una bala. Además, yo también tenía amigas que eran bien movidas. Pero sí, influía la educación de casa. Yo era bien pegada a la disciplina y reglas. Recuerdo que salíamos a jugar a una hora determinada a la calle. Teníamos como un pasaje grande, una quinta con una puerta grande y ahí sacábamos todo, las muñecas, las barbies, todo para jugar.
Con su madre Socorro y su hermano Jaime, antes de cumplir dos años.
¿Cuántos hermanos son ustedes?
Somos cuatro. Dos mujeres y dos hermanos mayores del primer compromiso de mi mamá. Pero nos hemos criado con ellos cuando éramos pequeñas.
¿Cuál era su sueño de niña?
Te vas a morir. Mira, cuando todavía estaba en primaria, desde tercero y cuarto, mi sueño ya era ser Miss Perú. Me acuerdo de que yo veía todos los concursos de belleza en blanco y negro. Vi a Madeleine Hartog, a Carmen Amelia Ampuero que salió en el 72, años antes que yo, a Rocío Lescano en el 70. Miraba la televisión y decía ¡qué lindo! Me imaginaba ya como la reina del Perú con la corona, la capa. Ya de más grandecita también lo soñaba, pero me quedaba callada.
Primera comunión en el colegio San José de Cluny, en Barranco.
Usted fue Miss Perú antes de los 18…
Sí, es que en esa época no era como ahora que ya está permitido. Te voy a contar, yo participé a los 17 siendo candidata y ya en el concurso cumplo 18. Los organizadores se apuraron en sacar mi libreta electoral, la de tres cuerpos. Eso demoraba, había que canjear la libreta militar, los de la organización se movieron.
¿Qué la anima finalmente a participar? ¿O alguien la convence?
Yo quería participar, pero no tenía ningún contacto con prensa, con modelos o algo parecido. Sucedió que en 1977 mi padre se fue becado a Brasil, a Río de Janeiro, nos llevó a mi mamá, a mi hermana y a mí. Cuando regresé lo hice con otra apariencia, más producida, otro tipo de ropa, a pesar de que era todavía chibolita. Un día estaba caminado por la calle Larco con una amiga, una tía y mi hermana cuando de la nada paró un carro. Así te captaban. En ese carro estaba Irma Vargas Fuller que era la que elegía a las candidatas, Emilia Ford Larco, entre otras.
Un sueño presagio su primer triunfo en los concursos de belleza.
Buscaban chicas de la alta sociedad…
Claro, pero yo era de una familia clase media, normal. Pero cuando me vieron se sorprendieron, me confundieron con una pituca y se chasquearon. Yo estaba con unos lentes, un sombrerito, uf, no sabes cómo andaba. Traía desde la punta del pelo hasta los pies ropa y accesorios de Brasil. En ese tiempo no había exportación, no había nada. “¿Esta quien es?”, habrán dicho. Yo la verdad, me asusté. “Somos de la organización de Miss Perú”, me dijeron. Yo no lo podía creer. “¿Eres peruana?”, preguntaban. También estaba la mamá de la Miss Perú Magnolia Martínez, Blanca Páez, que me conocía, porque era amiga de mi mamá. “¿Tú eres hija de Socorro? Hay no te puedo creer. ¿Ustedes viven en Barranco, no? Dame tu teléfono, la dirección. Dile a tu madre que soy tu tía Blanquita, yo te conozco desde chiquita”, eso me dijo.
¿Qué opinaron sus padres de todo esto?
Cuando llegué a mi casa le conté a mi mamá de su amiga Blanquita. Les dije que querían que concurse en Miss Perú. Mi papá estaba molesto. No quiso ni recibirlos cuando al día siguiente se presentó todo un comité. Mi mamá casi le suplicó “Pepito tienes que recibirlos, viene Blanquita Páez que es mi amiga de la juventud. La conozco años y no la veo tiempo. Por lo menos escúchalos”. Fueron como cinco personas. Mi papá decía no y yo le rogaba que me deje concursar. “Acá estamos conversando gente mayor”, me dijo, y me mandó a mi cuarto.
1978: al día siguiente de su elección como reina, en el jardín de su casa, con la prensa.
Seguro usted ya daba por perdida esa oportunidad.
Casi, pero me llamaron a los pocos minutos. “Pero yo no tengo plata para invertir. Hay que comprarle ropa”, escuchaba decir a mi papá. “Usted no se preocupe por nada, nosotras vamos a darle todo” respondieron las señoras. Ellas se dieron cuenta que no teníamos muchos recursos para eso. En esa época no había canjes, estaban los militares en el poder.
¿Esa aclaración fue la que hizo que su padre aceptara, entonces?
Y mis ruegos. “Papá, si no gano me queda de recuerdo para decirles a mis hijos que concursé en Miss Perú. No me voy a deprimir”, le repetía. Es que mi papá siempre nos decía que la única herencia que nos iba a dejar era una profesión. Eso era lo que él quería.
Cuando la captaron para Miss Perú ¿ya estudiaba psicología?
Iba a postular a la universidad, llevaba un ciclo en la Unifé. También ingresé a la Universidad de Lima a Contabilidad, pero entre los números y las letras preferí psicología porque pensaba que era una carrera más bonita y que podía trabajar en colegios, empresas, clínicas, consultorios particulares. Todo eso se me ocurrió mientras averiguaba a dónde postular, todo claro piloteado por mi papá.
En el Pueblo Hotel, durante el Miss Perú Universo.
Cuénteme sobre el concurso. ¿Pensaba que podría ganar o fue una sorpresa?
Yo fui la última en inscribirme. Había dos candidatas fuertes, muy lindas, regias. Cuando yo vi quiénes iban quedando, después de mirar a mis costados, me dije que podría quedar en segundo o tercer lugar. Es que como yo no era pituca ni tenía dinero pensaba que de repente no ganaba, por las influencias. Una era del Roosevelt, la otra del Von Humboldt. Todas las candidatas llegaban en chofer al concurso. Pero les ganaba por casi una cabeza, excepto a las dos finalistas que me llegaban a los ojos más o menos. Las dos eran rubias, de ojos verdes, muy llamativas. Siempre iban bien al brillante, al oro. A mí me prestaban todo, hasta mi gancho de pelo era prestado. Irma Vargas Fuller tenía un grupito de amigas que hasta ahora me quieren, como Doris Álvarez. Ella me prestaba sus brillantes. Otra me regalaba los vestidos. Ellas creían en mí y me decían “tienes que ganar”. Les contaba que tenía un cóctel y zas, “toma, ponte esto”. También me regalaban argollas y pulseritas de oro.
Sé que antes de ganar el Mis Perú Universo tuvo un sueño premonitorio.
Sí, volando. Me has hecho acordar. Fue cuando ya estaba de candidata. Me asusté y le conté a mi mamá, siempre le contaba mis sueños. “¿Cómo volabas?”, me preguntó. “Alto y miraba todo a mi alrededor” respondí. “Eso es triunfo” me dijo. “¿Tú crees que gane?”. “Sobrado”, me dijo. Yo también pensaba que podía ganar pero creía que la presión social me podía arrimar a un tercer lugar.