Lideresa María Elena Moyano. (ARCHIVO CARETAS).
Este martes 15 de febrero se cumplen 30 años de la muerte de la lideresa social María Elena Moyano.
Su desaparición estuvo a cargo del grupo terrorista Sendero Luminoso.
A tres décadas de este asesinato, ¿qué preguntas/inquietudes/impresiones despierta Moyano? ¿En qué dimensión ha quedado su legado? ¿Acaso se recuerda, como se debe, a quienes de manera frontal lucharon contra el rastre del terrorismo que tiñó de sangre a este país (no hay que dejar de incidir en este punto, más todavía en estos tiempos de velocidades líquidas, en los que más de un joven peruano —felizmente no todos— cree nunca hubo terrorismo en Perú)? (Así andamos).
Tal y como se consigna en CARETAS 1199 del 24 de febrero de 1992, en el especial gráfico que se le dedicó tras su muerte, acaecida nueve días antes, es decir, el 15 de dicho mes:
María Elena Moyano días antes de su muerte. (ARCHIVO CARETAS).
“Una vida corta e intensa. Nacida el 23 de noviembre de 1958, a los 14 ya era dirigente de su manzana en Villa El Salvador. Durante dos años fue titular del sexteto de vóley Sport Inca, de VES. En 1978 se convirtió en la principal impulsora de la Comisión Nacional de Comedores Populares. Su matrimonio con el carpintero Gustavo Pineky, al año siguiente, no la apartó de su incansable actividad de organización. En 1984 estaba a la cabeza del programa del Vaso de Leche y desde 1985 hasta 1990 presidió la Federación de Mujeres. En 1989 fue electa concejal en la lista de la Izquierda Unida y ocupó el cargo de teniente alcalde. Estudió en el colegio Jorge Chávez de Surco y cursó algunos años de Sociología en la Universidad Garcilaso”.
Para cuando se publicó este especial gráfico, el país se hallaba conmocionado. La presencia de Sendero Luminoso no solo se daba mediante atentados, sino también en el plano propagandístico. Para ello, había llevado un plan de “reclutamiento” de jóvenes en los conos de la capital, pero lo que no esperaban los senderistas era la resistencia que encontrarían en la misma población, que estaba alertada de esta “infiltración” gracias a sus dirigentes de las organizaciones populares.
No era moco de pavo para los seguidores de Abimael Guzmán. Guzmán sabía que la batalla en el interior del país había llegado a su tope, nada más podía hacer ante la resistencia de las rondas campesinas. Además, de acuerdo a sus planes, el sanguinario presidente Gonzalo sabía muy bien que la batalla final la tendría que librar en Lima. Para ese propósito, resultaba vital formar el “colchón social”, es decir, la formación de un “cinturón de hierro” para capturar la capital.
Para ese entonces, María Elena Moyano se había convertido en la imagen social más visible en la lucha contra el terrorismo. Como mujer de izquierda, sabía que no podía haber justicia social si se atentaba contra el pueblo. Por eso, en más de una ocasión, Moyano no dudó en criticar abiertamente a Sendero.
Carné de regidora de María Elena Moyano en la Municipalidad de Villa El Salvador. (ARCHIVO CARETAS).
Al respecto, en CARETAS 1198 del 17 de febrero —dos días después de su asesinato—, se indicó lo siguiente:
“Ella no solo estaba defendiendo sus principios. Estaba defendiendo también su pasado, todo aquello que le había dado sentido a su vida y a la de su familia, pues muchos atrás, en ese mismo suelo, la niña que había sido pasaba horas contemplando miles de esteras que caminaban solas en las largas noches del arenal.
De ahí que, en su primer discurso como dirigente, emplazara a Sendero Luminoso por las acciones que este grupo efectuaba contras las organizaciones populares y destacara con absoluta claridad ‘que lo único que lograba era acrecentar la miseria’. Y añadía: ‘Sendero se aleja cada vez más del pueblo’”.
Moyano era un serio escollo para los propósitos de Guzmán. El volanteo senderoide no cumplía objetivos (los jóvenes no hacían caso), las amenazas de muerte contra Moyano tampoco. La población de Villa el Salvador había encontrado a ella a una líder que le decía a Guzmán lo que el Gobierno y los políticos de turno no se atrevían.
Protesta de María Elena Moyano en el centro de Lima junto a madres de comedores populares. (ARCHIVO CARETAS).
Es que Moyano enfrentó sola su batalla contra Sendero. La izquierda —como ayer— estaba dividida: una facción condenaba a Guzmán, otras relativizaban a Sendero y otra microgalaxia de la misma prefería el silencio. Por su parte, el gobierno de Fujimori —sabiendo de los asesinatos de los dirigentes sociales— no brindó la seguridad idónea a Moyano —le asignaron solo dos policías para velar por su seguridad.
Esta mujer pudo irse del país con su familia. Al morir, su radiación ya era internacional. A saber, en 1987 viajó a España para recibir, a nombre del alcalde Michel Azcueta y los pobladores de Villa El Salvador, de manos del príncipe Felipe el premio Príncipe de Asutirias de la Concordia de la Libertad.
Como se señaló líneas atrás: Moyano pudo irse del país con su familia a razón de las constantes amenazas que recibía y las campañas de desprestigio provenientes desde El Diario, en donde más de una vez la acusaron de malversación de fondos, táctica tan cara a los esbirros solapas y delivery del terror.
Lo cierto es que Moyano no se fue y decidió quedarse. Moyano sabía de la fuerza y le verdad emocional de la población, y más cuando el botín limeño de Guzmán no era otro que Villa El Salvador.
Primera comunión de María Elena Moyano.
Guzmán tenía una fijación con Villa El Salvador como centro de operaciones —si tenía en su poder este distrito, podía apoderarse de los demás— y, en especial, con María Elena Moyano. Por esa razón, sabiendo el sanguinario “Presidente Gonzalo” que venía perdiendo injerencia, realizó un “paro armado” en ese distrito, el 14 de febrero de aquel telúrico año 1992. Los volantes de la época dan cuenta de la desesperación de Gonzalo: quien saliera a trabajar ese día, sería asesinado. Así de loco estaba Guzmán por Villa El Salvador.
Lo que no esperaba Guzmán era que su tan llamado “paro armado” iba quedar diluido por el rechazo de la población, que organizada y valiente, salió a marchar por la paz ese mismo día con la teniente alcaldesa Moyano a la cabeza.
Villa El Salvador le había dicho No a Sendero Luminoso.
No a Guzmán.
No al terror.
Marcha por la Paz en Villa el Salvador un día antes de su muerte. Ese día Sendero Luminoso convocó a un paro armado. (ARCHIVO CARETAS).
“Pese a sus amenazas, el paro ha fracasado. La población ha ido a trabajar”, dijo Moyano en horas de la noche de aquel 14 de febrero, y se solidarizó también con Michel Azcueta, exalcalde de Villa El Salvador, a quien los terroristas le habían colocado explosivos en la puerta de su casa.
Al día siguiente, el sábado 15, Moyano se dedicó a cumplir sus labores sociales. Coordinó la entrega de alimentos en los comedores populares y cumplió la promesa que le había hecho a su hijo: llevarlo a la playa de Pucusana.
A las 7 de la noche, se dirigió al local comunal del Grupo 23 del sector 1 de Villa El Salvador. Llevaba un equipo estereofónico que dirigentes de ese lugar le habían solicitado para amenizar la pollada-yunza a favor del comité del Vaso de Leche.
La actividad pintaba para ser un éxito. Moyano había ido con su hijo Gustavo y su sobrino Jorge, y también con el suboficial PNP Róger Bocanegra, quien no entró al local y se ubicó cerca del árbol de la yunza.
Familia Pineky Moyano.
La pollada-yunza también significaba para Moyano un momento de relajo tras la intensa actividad del día anterior. Nada malo podía pasar.
Pero Guzmán no se había quedado tranquilo después del fracaso de su “paro armado”. Por ello, ideó un plan de aniquilamiento que tendría que ser cumplido a la brevedad.
A las 7 y 30, Bocanegra percibe movimientos extraños entre los asistentes. Coge su revólver.
Una senderista pasa por su lado y le dispara a quemarropa en el abdomen. Bocanegra se refugia tras un auto y comienza a intercambiar disparos con la terrorista.
Visita a los Reyes de España junto a Miche Azcueta.
Mientras tanto, en el local de la pollada, Moyano era atacada por cuatro subversivos que momentos antes habían pedido su porción de pollo.
“Mi hijo, ayúdenme por favor, ayúdenme…”, dijo Moyano tras recibir los disparos.
Los dirigentes del Grupo 23 intentaron ayudarla, pero fueron dispersados por los senderistas, que volvieron a disparar contra ella. Uno de ellos colocó dos kilos de dinamita en el cuerpo de la dirigente. Sus restos se diseminaron en decenas de metros a la redonda. Quedaron heridas ocho personas, entre ellas Gustavo, el hijo de Moyano.
Sobre este asesinato, en CARETAS 1198, se precisó lo siguiente:
Efectivos de la Dircote en los exteriores del local comunal en Villa El Salvador, en donde fue asesinada María Elena Moyano. Le colocaron una carga de dinamita y la hicieron volar en pedazos. Los policías recogen los restos. (ARCHIVO CARETAS).
“Hay numerosos dirigentes populares que quieren la paz, que quieren acabar con Sendero. Y el Gobierno no les da la debida importancia. A esos dirigentes hay que apoyarlos para que aparezcan más Moyanos en el país. No solo basta dar dos efectivos para la seguridad de un dirigente. Cualquier ministro anda con una escolta espectacular y muy pocos de ellos tienen la importancia de Moyano”.
A María Elena Moyano se la conoce también como Madre Coraje. Así la llamó CARETAS en su edición 1196 de diciembre de 1991 cuando la proclamó como uno de los personajes más relevantes de ese año.
Madre Coraje: dos palabras que calzan a la perfección con la vida de esta luchadora social que fue consecuente con sus principios ideológicos y que nunca dejó de honrar su amor por Villa El Salvador.
María Elena Moyano (1958 – 1992). (ARCHIVO CARETAS).
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