TylerAA
Miembro de oro
A veces, la palabra mordaz, el ingenio verbal y la prolijidad en el uso del idioma no alcanzan para esconder la falta de talento en el arte de mantener el gris en la sesera y el fango en las tripas lo más posible, y no al revés. César Hildebrandt, la vaca sagrada del periodismo peruano, es una prueba viviente de ello.
Su más reciente columna, publicada en su propio semanario, nos ofrece una «primicia» que llega con 145 días de retraso: el terrorismo senderista camina a sus anchas por los corredores de Palacio de Gobierno. ¿No lo creen? Cito: «Lo que no estoy insinuando, sino afirmando, es que el Movadef está en Palacio de Gobierno. Así de sencillo y grave» [1]. Qué curioso que Hildebrandt sea tan concluyente ahora, cuando en junio nomás decía que «la demonización es el método que la derecha peruana ha usado siempre para deshacerse de los que quieren un nuevo reparto de la torta» [2], en una edición cuya portada lleva este titular: «Final de suspenso. Ni el debate ni el terruqueo logran que Keiko pase al primer lugar» [3].
Parece que César Hildebrandt acaba de volver de Tierra 5, que debe de ser una suerte de mundo paralelo donde el estatismo sí funciona y el agua de las cataratas cae para arriba.
En esta hildebrandtesca versión de la realidad, Pedro Castillo también está acusado de tener los mismos vínculos senderistas desde el 2017, también es un indigente intelectual, también postula a la Presidencia de la República con el partido marxista leninista Perú Libre, también lleva a la misma gente al Congreso —que incluye a los vinculados con el terrorismo Guillermo Bermejo Rojas, Guido Bellido Ugarte, Paulo Gutiérrez Ticona, Germán Tacuri Valdivia y Nivardo Tello Montes— y también calla ante las acusaciones de que el partido que lo llevó al poder es además una organización criminal. La única diferencia, es que, en este desdoblamiento dimensional, que solo existe en la cabeza de César Hildebrandt, a partir del 28 de julio Castillo se pone la banda presidencial y, gracias a una fantástica metamorfosis, se convierte en otro ser humano, uno que nada tiene que ver con todo lo anterior. Tan increíble como improbable.
Supongo que estas son las consecuencias de tomarse muy en serio los halagos. Tal vez eso pasa cuando uno se mira durante mucho tiempo el ombligo: entonces se llega a pensar que se está algunas tallas por encima del ser humano promedio. Y quién sabe… Digamos que, si detrás de esa falsa modestia de César Hildebrandt se esconde un ego secretamente divinizado por él mismo, le está haciendo honor. Porque en la mitología griega, por ejemplo, era común ver a los mortales, incluso a los héroes, pagando hasta con su propia vida por los errores que cometían, pero eran los dioses olímpicos quienes, luego de envilecerse hasta lo indecible, rara vez se corregían; por lo contrario, se mantenían firmes en su bajeza: tozudos, testarudos, necios.
Esto puede explicar por qué, a fecha de hoy, Hildebrandt todavía se siente tan bien con haberse sumado una vez más a la campaña antifujimorista, incluso cuando lo que se tenía enfrente era la reinvención de Sendero Luminoso. Lo que no encaja es que, a estas alturas, él se pregunte «qué resulta más amenazante para el país: un Cerrón leninista exigiendo las cuotas de poder que cree que le corresponden o un Castillo y un entorno movadefista en palacio de gobierno [sic]» [1]. Quizás eso debió preguntarse dos días antes de la segunda vuelta, cuando comenzó su habitual columna de esta manera: «Por quién votaría Alan García? […] ¿Por quién votaría Laura Bozzo? Por Keiko Fujimori» [4]. ¿Se preguntaría en algún momento —para sí mismo, aunque sea— por quién votarían Guzmán Reinoso y Polay Campos, por ejemplo? Aun así, con todo y todo, le alcanza para sugerir que el actual escenario sigue siendo por mucho mejor. Más digno para él, supongo.
Enumerar la cantidad de contradicciones en el discurso de Hildebrandt solo en los últimos meses sería imposible en tan pocas líneas. Lo cierto es que el escenario ficticio que creó para sí mismo y sus lectores acerca de estas elecciones, donde sus arquetipos de villana y de héroe estaban al parecer bien construidos, se ha ido desmoronando por falta de verosimilitud con el paso de los días. De esta forma, su guion ha tenido que sufrir, sobre la marcha, forzados giros de la trama, lo que vuelve esa casi novela política por entregas que es ahora su semanario en un mamotreto infumable. Uno pensaría que don César Hildebrandt aprendió hace mucho tiempo —al menos desde mediados de los noventa— que lo suyo no es la ficción, menos la de largo aliento, pero persiste, como un olímpico, en el error. Obstinado, obcecado, «en sus trece».
¿Cómo era esa frase que se le atribuye al francés Ernest Renan, sobre quiénes son los únicos que no cambian, además de Dios?
Referencias
[1] C. Hildebrandt, «Movadef en palacio», Hildebrandt en sus Trece, p. 12, 3 de septiembre 2021.
[2] C. Hildebrandt, «¿Votar por Keiko Fujimori?», Hildebrandt en sus Trece, p. 12, 28 de mayo 2021.
[3] C. Hildebrandt, «Final de suspenso. Ni el debate ni el terruqueo logran que Keiko pase al primer lugar», Hildebrandt en sus Trece, p. 1, 28 de mayo 2021.
[4] C. Hildebrandt, «La “solución Keiko”», Hildebrandt en sus Trece, p. 12, 4 de junio 2021.
Su más reciente columna, publicada en su propio semanario, nos ofrece una «primicia» que llega con 145 días de retraso: el terrorismo senderista camina a sus anchas por los corredores de Palacio de Gobierno. ¿No lo creen? Cito: «Lo que no estoy insinuando, sino afirmando, es que el Movadef está en Palacio de Gobierno. Así de sencillo y grave» [1]. Qué curioso que Hildebrandt sea tan concluyente ahora, cuando en junio nomás decía que «la demonización es el método que la derecha peruana ha usado siempre para deshacerse de los que quieren un nuevo reparto de la torta» [2], en una edición cuya portada lleva este titular: «Final de suspenso. Ni el debate ni el terruqueo logran que Keiko pase al primer lugar» [3].
Parece que César Hildebrandt acaba de volver de Tierra 5, que debe de ser una suerte de mundo paralelo donde el estatismo sí funciona y el agua de las cataratas cae para arriba.
En esta hildebrandtesca versión de la realidad, Pedro Castillo también está acusado de tener los mismos vínculos senderistas desde el 2017, también es un indigente intelectual, también postula a la Presidencia de la República con el partido marxista leninista Perú Libre, también lleva a la misma gente al Congreso —que incluye a los vinculados con el terrorismo Guillermo Bermejo Rojas, Guido Bellido Ugarte, Paulo Gutiérrez Ticona, Germán Tacuri Valdivia y Nivardo Tello Montes— y también calla ante las acusaciones de que el partido que lo llevó al poder es además una organización criminal. La única diferencia, es que, en este desdoblamiento dimensional, que solo existe en la cabeza de César Hildebrandt, a partir del 28 de julio Castillo se pone la banda presidencial y, gracias a una fantástica metamorfosis, se convierte en otro ser humano, uno que nada tiene que ver con todo lo anterior. Tan increíble como improbable.
Supongo que estas son las consecuencias de tomarse muy en serio los halagos. Tal vez eso pasa cuando uno se mira durante mucho tiempo el ombligo: entonces se llega a pensar que se está algunas tallas por encima del ser humano promedio. Y quién sabe… Digamos que, si detrás de esa falsa modestia de César Hildebrandt se esconde un ego secretamente divinizado por él mismo, le está haciendo honor. Porque en la mitología griega, por ejemplo, era común ver a los mortales, incluso a los héroes, pagando hasta con su propia vida por los errores que cometían, pero eran los dioses olímpicos quienes, luego de envilecerse hasta lo indecible, rara vez se corregían; por lo contrario, se mantenían firmes en su bajeza: tozudos, testarudos, necios.
Esto puede explicar por qué, a fecha de hoy, Hildebrandt todavía se siente tan bien con haberse sumado una vez más a la campaña antifujimorista, incluso cuando lo que se tenía enfrente era la reinvención de Sendero Luminoso. Lo que no encaja es que, a estas alturas, él se pregunte «qué resulta más amenazante para el país: un Cerrón leninista exigiendo las cuotas de poder que cree que le corresponden o un Castillo y un entorno movadefista en palacio de gobierno [sic]» [1]. Quizás eso debió preguntarse dos días antes de la segunda vuelta, cuando comenzó su habitual columna de esta manera: «Por quién votaría Alan García? […] ¿Por quién votaría Laura Bozzo? Por Keiko Fujimori» [4]. ¿Se preguntaría en algún momento —para sí mismo, aunque sea— por quién votarían Guzmán Reinoso y Polay Campos, por ejemplo? Aun así, con todo y todo, le alcanza para sugerir que el actual escenario sigue siendo por mucho mejor. Más digno para él, supongo.
Enumerar la cantidad de contradicciones en el discurso de Hildebrandt solo en los últimos meses sería imposible en tan pocas líneas. Lo cierto es que el escenario ficticio que creó para sí mismo y sus lectores acerca de estas elecciones, donde sus arquetipos de villana y de héroe estaban al parecer bien construidos, se ha ido desmoronando por falta de verosimilitud con el paso de los días. De esta forma, su guion ha tenido que sufrir, sobre la marcha, forzados giros de la trama, lo que vuelve esa casi novela política por entregas que es ahora su semanario en un mamotreto infumable. Uno pensaría que don César Hildebrandt aprendió hace mucho tiempo —al menos desde mediados de los noventa— que lo suyo no es la ficción, menos la de largo aliento, pero persiste, como un olímpico, en el error. Obstinado, obcecado, «en sus trece».
¿Cómo era esa frase que se le atribuye al francés Ernest Renan, sobre quiénes son los únicos que no cambian, además de Dios?
Referencias
[1] C. Hildebrandt, «Movadef en palacio», Hildebrandt en sus Trece, p. 12, 3 de septiembre 2021.
[2] C. Hildebrandt, «¿Votar por Keiko Fujimori?», Hildebrandt en sus Trece, p. 12, 28 de mayo 2021.
[3] C. Hildebrandt, «Final de suspenso. Ni el debate ni el terruqueo logran que Keiko pase al primer lugar», Hildebrandt en sus Trece, p. 1, 28 de mayo 2021.
[4] C. Hildebrandt, «La “solución Keiko”», Hildebrandt en sus Trece, p. 12, 4 de junio 2021.
El vergonzoso papel de César Hildebrandt
«Enumerar la cantidad de contradicciones en el discurso de Hildebrandt solo en los últimos meses sería imposible en tan pocas líneas. Lo cierto es que el escenario ficticio que creó para sí mismo y sus lectores acerca de estas elecciones […] se ha ido desmoronando por falta de verosimilitud con...
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