TylerAA
Miembro de oro
Lo cierto es que las condiciones del Gobierno eran precarias desde el principio. Al margen de las limitaciones intelectuales de Pedro Castillo, este se ha rodeado de gente incompetente que no aporta nada al gabinete. Lo que prima es el radicalismo izquierdista, de una izquierda marginal y chabacana, cercana incluso a la subversión y al terrorismo. Nadie tiene nivel de gestor. Solo arrastran escándalos de corrupción y cercanías al senderismo.
¿Qué otra cosa más que el caos puede esperarse de un Gobierno que carece de cuadros y cuya visión está orientada hacia la izquierda más fracasada de Latinoamérica? Estamos en manos de gente que privilegia la ideología por sobre la realidad y cuyas prioridades están enfocadas en los aspectos meramente ideológicos y políticos, como la lucha contra el imperialismo yanqui, la solidaridad con Cuba y Venezuela, la segunda independencia, la liberación de los pueblos, etc.
Vamos hacia la tercera ola del socialismo del siglo XXI. La primera estuvo liderada por Hugo Chávez, quien, con sus ilimitados petrodólares, resucitó a una moribunda Cuba, compró países enteros del Caribe y colocó varios gobiernos monigotes en la región. La segunda ola vino por cuenta de Lula, que utilizó sus empresas para penetrar países, creando la red de corrupción más grande jamás vista, la que en el Perú sigue pasando por agua tibia. Ahora se viene una tercera ola de socialismo precario, a cargo de residuos del chavismo como Maduro y Evo, y un Vladimir Cerrón ansioso por liderarlo.
Pedro Castillo simplemente carece de ideas. Se corre de la prensa porque no sabe cómo responder más allá de su consabido recurso del «pueblo». Sus prioridades son casi personales. Su primer acto fue legalizar el sindicato de maestros que lidera y ahora va por la formación de su partido. Su objetivo político es controlar la educación. Habría que ver si es idea suya o cumple una misión para Sendero Luminoso, como se ha sugerido. Eso les garantizaría cuadros de militantes activos en el magisterio —pagados por el Estado— y emplear la escuela pública como centro de adoctrinamiento y reclutamiento. Es decir, la utilización del Estado como recurso y plataforma de la acción política subversiva, que es lo que han hecho siempre.
No hay, pues, mayores expectativas en este gobierno. No nos hagamos ilusiones. Como buenos militantes de izquierda, solo tienen objetivos políticos, y el mayor de todos es capturar el poder total y permanente. Para lograrlo, buscarán cambiar la Constitución convocando a una asamblea constituyente que guarde las características que les conviene. No se atreverán, por ahora, a introducir mayores transformaciones, porque carecen del poder necesario, además de los cuadros, y no parecen dispuestos a incorporar a la izquierda limeña.
Lo que se viene es confrontación. Así es como funciona la mente de los izquierdistas. En particular, la de estos izquierdistas en el poder, que son de lo más básicos. Ellos siguen el lema «salvo el poder, todo es ilusión». Poseen un cerebro binario: todo lo ven en función de buenos y malos. La realidad no les importa porque la consideran equivocada, despreciable, fruto de las condiciones opresivas de una cultura decadente que hay que erradicar. De allí su consigna totalitaria: «Hay que cambiarlo todo». Y todo empieza por crear al nuevo hombre. Es una vieja película que ya la vimos en blanco y negro en el siglo pasado, y no acaba bien.
¿Qué otra cosa más que el caos puede esperarse de un Gobierno que carece de cuadros y cuya visión está orientada hacia la izquierda más fracasada de Latinoamérica? Estamos en manos de gente que privilegia la ideología por sobre la realidad y cuyas prioridades están enfocadas en los aspectos meramente ideológicos y políticos, como la lucha contra el imperialismo yanqui, la solidaridad con Cuba y Venezuela, la segunda independencia, la liberación de los pueblos, etc.
Vamos hacia la tercera ola del socialismo del siglo XXI. La primera estuvo liderada por Hugo Chávez, quien, con sus ilimitados petrodólares, resucitó a una moribunda Cuba, compró países enteros del Caribe y colocó varios gobiernos monigotes en la región. La segunda ola vino por cuenta de Lula, que utilizó sus empresas para penetrar países, creando la red de corrupción más grande jamás vista, la que en el Perú sigue pasando por agua tibia. Ahora se viene una tercera ola de socialismo precario, a cargo de residuos del chavismo como Maduro y Evo, y un Vladimir Cerrón ansioso por liderarlo.
Pedro Castillo simplemente carece de ideas. Se corre de la prensa porque no sabe cómo responder más allá de su consabido recurso del «pueblo». Sus prioridades son casi personales. Su primer acto fue legalizar el sindicato de maestros que lidera y ahora va por la formación de su partido. Su objetivo político es controlar la educación. Habría que ver si es idea suya o cumple una misión para Sendero Luminoso, como se ha sugerido. Eso les garantizaría cuadros de militantes activos en el magisterio —pagados por el Estado— y emplear la escuela pública como centro de adoctrinamiento y reclutamiento. Es decir, la utilización del Estado como recurso y plataforma de la acción política subversiva, que es lo que han hecho siempre.
No hay, pues, mayores expectativas en este gobierno. No nos hagamos ilusiones. Como buenos militantes de izquierda, solo tienen objetivos políticos, y el mayor de todos es capturar el poder total y permanente. Para lograrlo, buscarán cambiar la Constitución convocando a una asamblea constituyente que guarde las características que les conviene. No se atreverán, por ahora, a introducir mayores transformaciones, porque carecen del poder necesario, además de los cuadros, y no parecen dispuestos a incorporar a la izquierda limeña.
Lo que se viene es confrontación. Así es como funciona la mente de los izquierdistas. En particular, la de estos izquierdistas en el poder, que son de lo más básicos. Ellos siguen el lema «salvo el poder, todo es ilusión». Poseen un cerebro binario: todo lo ven en función de buenos y malos. La realidad no les importa porque la consideran equivocada, despreciable, fruto de las condiciones opresivas de una cultura decadente que hay que erradicar. De allí su consigna totalitaria: «Hay que cambiarlo todo». Y todo empieza por crear al nuevo hombre. Es una vieja película que ya la vimos en blanco y negro en el siglo pasado, y no acaba bien.
El Gobierno tropieza sin andar - Dante Bobadilla
A diferencia de otros gobiernos, que inician su gestión implementando políticas con fuerza para ganar la voluntad del público, mientras aprovechan lo que dura la llamada «luna de miel» de los primeros cien días, lo que vemos en el gobierno de Pedro Castillo es una sucesión de torpezas que solo...
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