Cuento 6 del concurso: Niños

Registro
3 Nov 2020
Temas
224
Mensajes
3.712
Likes
5.080
Puntos
0
Ubicación
Lima
El tamarindo se veía más amarillo y más seco cada día. Era el consentido de Marion y decía que faltaba un año para que finalmente aparecieran sus frutos. Era también el único que aún no se había marchitado. Yo regaba todas las plantas con agua cada mañana como ella solía hacer, pero igual seguían muriendo. Dicen que hay que tener buena mano para que ellas crezcan y den fruto. De pie y rodeado de toda esta vegetación muerta, es obvio que no poseo tu talento. Querida, perdóname por ser un viejo tan inútil. Ni siquiera puedo cuidar de tu amado jardín.

Mientras veía el suelo, me pregunté si la hierba tendría algo que ver. Recordé que Marion siempre estaba hablando de arrancar la hierba mala antes que esta creciese y lastime a sus bebés. Puse una mano sobre la tierra y me dí cuenta que estaba era dura como el cemento. ¿Cómo se supone que algo pueda crecer en este suelo? Estaba buscando sus guantes cuando tocaron el timbre. Al salir a atender la puerta pude ver a un tipo con apariencia campesina: poncho, sombrero de paja y un cochecito con varias tallos con flores de colores asomándose por todos lados.

– Buen día, patroncito– dijo quitándose el sombrero y encorvandose aún más –¿Estará la señora?
– La señora...no...ella...falleció.
– ¡Achachau, padre! No me diga ¿Virgen Santísima, cómo es posible?– el hombre empezó a lamentarse gimiendo en quechua frente a mi puerta.
– ¿Y usted quién es? ¿Para qué la buscaba?
– Patroncito, yo soy Dimas Mallqui. Soy jardinero. ¡A la señito la conocía desde hace años! Justo le traía unas plantitas que me había pedido.
– ¿Plantas? ¿Qué plantas?– le pregunté. Mientras el tipo me contestaba se me ocurrió que podría ayudarme a arreglar el jardín. Nunca le había visto y Marión nunca me habló de él, pero parecía conocer su negocio. Me dijo que era de Ayacucho igual que ella, eso bastó para que yo bajase la guardia. Le hice pasar a la casa, lo llevé hasta el patio y le enseñé el jardín o lo que quedaba de este.

Ahí lo tiene. ¿Cree que pueda hacer algo?– le pregunté. El jardinero se quedó un rato observando el panorama. Arrancó algunas hojas muertas y quebró otras ramas que estaban secas. Recogió algunas flores y frutos marchitos del suelo y los olfateó. Volvió a quitarse el sombrero. Hizo otra reverencia y persignándose murmuró algo. Luego se quitó las sandalias y caminó sobre la tierra. Pude ver que estaba intentando sin éxito enterrar los dedos de los pies. –Está muerta, patrón– dijo –La tierra está muerta–. Salió del jardín y volvió a ponerse el calzado.

– ¿Y usted puede arreglarlo?– le pregunté. Dimas Mallqui me miró, pero no me respondió. Fue hasta su cochecito y se puso a rebuscar en sus sacos de rafia blanca; sacó una pequeña lampa y sin pedirme permiso empezó a remover la tierra y arrancar todas las plantas muertas. Era doloroso ver a alguien metiéndose con el jardín de Marion, pero no sentí deseos de reclamarle, ni siquiera de darle alguna indicación. Simplemente lo dejé hacer. Me senté en la silla del columpio y le observé trabajar hasta quedarme dormido.

Volví a soñar con Marion. Esta vez se veía contenta y por ende yo también. Le decía que me esperara, que ya faltaba poco y que muy pronto íbamos a volver a estar juntos. La abracé y la besé como nunca había podido hacerlo en ningún sueño. No me hubiese querido despertar nunca, pero una voz que me hablaba se hacía más y más fuerte hasta que tuve que abrir los ojos. –Patroncito, ya está. Venga, venga para que vea cómo quedó– dijo.

Mallqui me ayudó a levantarme de la silla y me presentó orgulloso su trabajo. Había quitado la tierra antigua y la había reemplazado con una nueva muy humeda y de color negro. La había traído de la bendita tierra de Ayacucho, según él. Sobre esta, retoños de las plantas favoritas de Marion. Chirimoyas, ajies, romero y flores como Begonias, Lavandas y por supuesto, su favorito, el árbol de Tamarindo; casi sin hojas y sin las vainas secas pero con un mejor semblante. Ahora no moriría, sino más bien, crecería y seguro que daría esos frutos de los que tanto ella hablaba. Marion, por favor espérame. Muy pronto volveremos a ser sólo tú y yo. Hasta entonces mírame desde arriba como cuido bien de nuestros niños.
 

Un cuento bien detalloso y descriptivo en su narrativa.
Me hizo imaginar que estaba ahi viendo al tipo como inutilmente trataba de arreglar el jardin hasta que vino Mallqui e hizo su magia que con unas cuantas plantitas de Ayacucho, revivio el jardin de su tan amada Marion.
Buen cuento al cual casi podria dibujarlo.
Puntaje: 9/10
 
El relato versa sobre un hombre de edad quien perdió a su mujer y de sus intentos infructuosos de mantener vivo su recuerdo tratando de revivir el jardín moribundo que ella cuidaba.
La llegada de un pintoresco jardinero le da la oportunidad de mantener viva la esperanza de reencontrarse con su esposa pues al renovarse la tierra muerta y ver plantas creciendo, él entiende que los ciclos de la vida se repiten constantemente y que al igual que su jardín marchito recuperado, el también morirá para volver a existir en el mismo lugar donde lo espera su mujer desde sus sueños.

Idea: El cuento se basa en la esperanza de la renovación, de la vida eterna, de la vida después de la muerte, tomando como metáfora un jardín con plantas marchitas cuya tierra después de renovarse es capaz de volver a albergar vida.

Le doy 7/10

Estructura: La narración sigue una secuencia lineal, únicamente interrumpida por el episodio del sueño que es la señal que le da el significado al cuento, la señal de la renovación, al renacimiento, usando la metáfora del jardín.

Le doy 6/10

Lenguaje: Una prosa precisa y correcta. No hay que exigirle mas a un cuento corto.

Le doy un 7/10

Puntaje 7+6+7 =20 ... 20/3 = 6.6666

7 :cafe:
 
Es conmovedor este relato. La melancolía del viudo, simbolizada en las plantas moribundas, encuentra un paliativo en el trabajo del jardinero.

No es todavía lograda la expresión del autor; pero eso no impide que transmita muy bien la ternura que le inspira el mundo que procura retratar. Tal vez al final se le pasó la mano con la sensiblería, pero su historia es de esas que a uno le hacen bien.


Puntaje: 8.
 
Le falta podar. Le falta regar. Le falta abonar. Este cuento tiene poca luz y esta sembrado superficialmente: un soplo y se cae.

Puntaje: estiercol de cuy.
 
Le falta podar. Le falta regar. Le falta abonar. Este cuento tiene poca luz y esta sembrado superficialmente: un soplo y se cae.

Puntaje: estiercol de cuy.

Básicamente opino igual que covidiota.
Debo rescatar que tiene técnica y además se nota que lee, cosa muy útil para escribir.

Puntaje 8
 
Parece un fragmento de una obra literaria. La narración me gusto, de lo simple ha hecho algo muy interesante, esto es algo muy importante porque con ideas más complejas el autor podría hacer un relato épico.

La melancolía esta muy bien retratada en tan pocas palabras. Y la construcción del personaje también, hace que te interese su historia.

Le pongo un 9.
 
Cumple con la consigna pues es el más tristón de los cuentos, sin embargo esperaba que pasara algo...no sé, más interesante al final. Not bad.

Puntaje 5.5/10
 
Da para más, en realidad. Creo que por el lineamiento del concurso lo redujo, pero no está mal (a excepción de unas perdonables fallas ortográficas). Es triste pero no tanto como otro que leí ayer; insisto, puede ampliarlo y se luce.

Puntaje: 8.5
 

Últimos mensajes

Atrás
Arriba